Se levantó por la mañana y angustiada, en
el desayuno, le comentó a su marido.
–Horacio, tenemos que hacer algo, ya no
controlo a las password. Estoy desesperada. ¡Quiero la clave única!.
–Mujer, no será para tanto son ya muchos
años los que llevamos todos juntos y aunque hemos tenido nuestros altibajos, al final
todo se soluciona.
–No, esta vez es definitivo ¡No aguanto
más! Creo que se divierten viendo mi nerviosismo. Al principio las manejaba
bien, pero ahora campan a sus anchas. Ayer, sin ir más lejos, cuando intenté
entrar en facebook , la clave se me lió con la de twitter, aunque no estoy
segura porque también estuvo enredando la de tuenti. A veces trato de encender
el móvil y me aparece la de la tarjeta de crédito, que a su vez se mezcla con
la clave de operaciones del banco. Antes de ayer, cuando accedí al blog la password se camufló por la de la tarjeta de puntos de la línea aérea.
–Candela, deberías tomártelo con más
calma. Ya sabes como es de estricta la clave única. Yo en esto de las password
siempre prefiero tener un enfoque más
dialogante. Démonos un mes de plazo. Intentaremos poner orden y meterlas en
vereda anotándolas en una agenda, a ver
si de esta manera dejan de tener ese punto de rebeldía. Si no funciona ya
buscamos algo más drástico, como tú propones.
-He de reconocer que no son todas iguales.
Las de los bancos y las compañías suministradoras son más serias. Debe de ser
por la madurez que les da el ser una combinación alfanumérica. Pero la de las
redes sociales y blogs no tienen remedio,
son unas insumisas, sin ningún tipo de vergüenza, como saben que con un simple
correo y un link se las puede resetear… De todas formas está bien, nos daremos
un mes de plazo como tú quieres, a ver que tal va.
En ese momento abrió el portátil para
echar un vistazo al correo electrónico. Al poner la password le dio un error. Esa
no era la correcta; debía ser que estaba intentado bromear con ella la contraseña de la página web de viajes…
Eyre Lebasy
19 de marzo de 2012
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